jueves, 7 de febrero de 2013

CRÓNICA NEGRA: LA LEYENDA DE "EL HOMBRE LOBO DE ALLARIZ"


Ha pasado más de siglo y medio y aún se siguen escribiendo capítulos de la leyenda del Hombre Lobo de Allariz, la leyenda de Manuel Blanco Romasanta. El caso de este asesino múltiple estuvo sembrado de incógnitas desde el principio. Tras un proceso judicial sin precedentes y de amplia repercusión, Romasanta fue condenado a pena de muerte en garrote por el asesinato de nueve personas. Unos crímenes que él mismo confesó haber cometido, bajo la influencia de un maleficio que le transformaba en hombre lobo y que le hacía devorar a sus víctimas. La aparición de un misterioso hipnotizador, al que nunca se le llegó a poner rostro y que alegaba que Romasanta era un claro caso de licantropía, influyó en la misma reina Isabel II, que acabó indultando al condenado. 

Esta truculenta historia del siglo XIX traspasó fronteras en aquella época y hoy sigue lanzando titulares. Precisamente hace unos meses, con motivo de la celebración de unas jornadas en Allariz, el forense Fernando Serrulla, desarrolló una hipótesis en la que hablaba de que Romasanta pudo haber sido una mujer nacida con el síndrome de intersexualidad, en este caso, pseudohermafroditismo femenino. Esta hipótesis, según se ha publicado, también fue planteada años antes por el antropólogo Xosé Ramón Mariño Ferro, basándose en que Romasanta constaba como una niña llamada Manuela en la partida de bautismo.

El anterior hallazgo sobre el Hombre Lobo de Allariz fue sobre su muerte, que había sido un misterio tras su encierro en la prisión de Celanova, Orense. Los investigadores Cástor y Félix Castro, buceando en la hemeroteca de la Biblioteca Nacional, encontraron varias publicaciones en las que se constata que Romasanta murió el 14 de diciembre de 1863 en la prisión de Ceuta, donde cumplía condena. 

Otra teoría apunta incluso a que Romasanta nunca llegó a cometer los asesinatos. El periodista y autor del trabajo de investigación "Romasanta, memoria cierta de una leyenda", Xosé Domínguez González, señala una tercera vía, en la que Romasanta no sería "ni lobo ni criminal". Domínguez, plantea la opción de que Romasanta pudo haber vendido los desaparecidos a algún contacto en Galicia, para enviarlos como mano de obra barata a territorios de ultramar. Según Domínguez, Romasanta posiblemente se subiera al carro de este lucrativo negocio del estraperlo de gallegos, aprovechando el fenómeno migratorio en América del Sur, que existía en esta época en la que la crisis económica asolaba el país. 

LA LEYENDA DESDE LOS ORÍGENES

En efecto, en la partida de bautismo de Romasanta consta que el 18 de noviembre de 1809 nació en la localidad de Regueiro, perteneciente al municipio orensano de Esgos, una niña a la que se le puso el nombre de Manuela. Sin embargo, años más tarde, cuando recibe su confirmación, ya figura como Manuel Blanco Romasanta. En marzo de 1831 contrajo matrimonio, pero su esposa falleció tres años más tarde. No tuvieron descendencia. Hasta entonces, Romasanta había sido sastre. A partir de aquí, emprenderá una vida nómada dedicado a la venta ambulante.

Se desconocen los motivos por los que un buen día apareció por la montañosa localidad de Rebordechao, Orense, pero Romasanta tenía ya una cuenta pendiente con la justicia. En 1844 se le había juzgado en rebeldía y condenado a diez años de prisión por la muerte de un alguacil del Juzgado de León. El alguacil buscaba a Romasanta para embargarle por una deuda que  éste había contraído. El cadáver apareció días más tarde, pero para ese entonces, el gallego ya se había esfumado de aquellas tierras leonesas.

Ya establecido en Rebordechao, se ganó la confianza de sus vecinos, que sólo le criticaban porque presentaba demasiada habilidad en las tareas atribuidas a las mujeres como cardar la lana, hilar y calcetar.

En cuanto a sus características físicas se conoce que no llegaba al metro cuarenta, que tenía la tez morena clara y los ojos de color castaño claro. Tenía barba negra y presentaba calvicie. 


LAS EXTRAÑAS DESAPARICIONES Y LA TEORÍA DEL SACAMANTECAS

Durante los años 1846 y 1851 desaparecieron nueve personas de estas tierras orensanas. Posteriormente, en el juicio, el propio Romasanta confesaría ser el asesino de todos ellos. Las víctimas, todas mujeres y niños, pertenecían a las familias García Blanco, de la localidad de Laza y Rúa Caneiro, de Rebordechao.

Manuel Blanco Romasanta embaucaba a sus víctimas, sobre todo mujeres, con promesas de un futuro mejor sirviendo en casas de personas acaudaladas en Orense o Santander. Después, las acompañaba en los viajes y cuando se adentraban en los bosques las descuartizaba y las devoraba. Entre tanto, llevaba cartas falsificadas a los familiares, en las que las víctimas les daban noticias de su buena vida y animaban al resto de la familia a emprender el mismo viaje. Según se determinó más tarde, ese era su modus operandi y así fueron desapareciendo aquellas personas durante cinco años.

El gallego cometió errores, quizá por su codicia o por su exceso de confianza. Se dedicó a vender las pertenencias de las víctimas en el momento en que desaparecían. Los vecinos empezaron a sospechar y acabó estallando el rumor y la teoría popular del Sacamantecas. Los lugareños estaban convencidos de que Romasanta había asesinado a los desaparecidos y luego les había extraído las grasas para venderlas en Portugal. Los familiares de los desaparecidos no se fiaban de él y le exigían que los llevara al lugar donde se encontraban sus hermanas y sobrinos. El Sacamantecas estaba acorralado. La única opción que le quedaba era planear su huida.

En octubre de 1851 la decisión estaba tomada. Tenía que poner tierra de por medio. Aunque tardó más de medio año en lograrlo, el plan que había trazado para su fuga dio sus frutos y consiguió cruzar la frontera de Galicia y salir hacia Castilla.

Mediante subterfugios, consiguió el apoyo de algunos vecinos que le dieron cobijo. Aquí ya se presentó como Antonio Gómez, oriundo de Nogueira. Mintió al alcalde de Vilariño de Conso, diciéndole que no había podido conseguir el pasaporte porque se habían agotado los impresos en su municipio y aportaba un documento que lo respaldaba, firmado por el alcalde de su población. El engaño coló y el 8 de febrero de 1852 Romasanta consiguió el pasaporte. Al día siguiente estaba saliendo de Galicia. El certificado que aportó era tan falso como la identidad que había dado.

LA DETENCIÓN Y EL JUICIO. NACE EL MITO DEL HOMBRE LOBO

La fortuna no le duró mucho tiempo a Romasanta, ya que, fue denunciado en Nombela, provincia de Toledo, por tres paisanos que le habían reconocido. El alcalde de la localidad dispuso su detención en julio de 1852.

En un primer momento, en el Juzgado de Escalona, la estrategia del gallego fue negarlo todo. Pero le encontraron un documento a nombre de Manuel Blanco Romasanta y aunque insistió en que era una confusión y que Manuel Blanco era un primo suyo, finalmente fue trasladado al Juzgado de Verín. Allí contó un relato estremecedor. Confesó que sufría una maldición que le convertía en lobo y que había matado a trece personas. Dijo que había sufrido esta metamorfosis durante trece años y que desapareció justo tres días antes de ser detenido. Esta versión la mantuvo siempre.

Sin inmutarse relató: "me encontré con dos lobos grandes con aspecto feroz. De pronto, me caí al suelo, comencé a sentir convulsiones, me revolqué tres veces sin control y a los pocos segundos yo mismo era un lobo. Estuve cinco días merodeando con los otros dos, hasta que volví a recuperar mi cuerpo. El que usted ve ahora, señor juez. Los otros dos lobos venían conmigo, que yo creía que también eran lobos, se cambiaron a forma humana. Eran dos valencianos. Uno se llamaba Antonio y el otro don Genaro. Y también sufrían una maldición como la mía. Durante mucho tiempo salí como lobo con Antonio y don Genaro. Atacamos y nos comimos a varias personas porque teníamos hambre".

Romasanta fue trasladado al Juzgado de Allariz. A partir de este momento, pasará a la historia como o Lobishome, o Lobo da Xente, como el Hombre Lobo de Allariz.

La confesión, el hallazgo de unos huesos y el resultado de un informe encargado a los médicos de la villa de Allariz en el que se concluía que todo era un montaje del acusado, fue suficiente para que el 6 de abril de 1853 fuera condenado a morir en garrote como autor de los asesinatos de aquellas nueve personas. Sin embargo, esta sentencia no fue definitiva, la causa tenía que ser remitida a consulta a la Audiencia de La Coruña que, en un primer momento, revocó la primera sentencia y condenó a Romasanta a cadena perpetua. Se consideró probada la sustracción de los efectos personales de los desaparecidos y la detención ilegal, pero quedaba absuelto de los asesinatos por falta de pruebas. La segunda vista y definitiva se fijó el 23 de marzo de 1854. Al final, Romasanta fue condenado a la pena capital. 

EL MISTERIOSO MR. PHILIPS Y EL INDULTO DE LA REINA

La repercusión que tuvo el caso propició que, desde un punto de Argel, un profesor de electro-biología que se presentaba como Mr. Philips, se interesara por el caso y le solicitara a la reina experimentar en Romasanta sus recientes avances en el campo de lo que hoy sería la hipnosis. Después de examinar los detalles de la causa determinó que Romasanta padecía un tipo de monomanía conocida con el nombre de licantropía.

La reina Isabel II estimó los planteamientos de Mr. Philips y comunicó a la Audiencia de La Coruña la Real Orden de 24 de julio de 1853, por la que no autorizaba la ejecución de Romasanta sin antes ser informada.

Sin embargo, los experimentos del profesor Philips nunca llegaron a realizarse, puesto que ni siquiera llegó a pisar Galicia.

El abogado de Romasanta sabía que la vida de su defendido dependía de la decisión de la reina. Por ello, le envió una carta en la que suplicaba su indulgencia y denunció que la verdad no pudo ser hallada, que sólo había sospechas. 

Finalmente, tras ser informada de la sentencia, la reina conmutaba a Romasanta la pena de muerte por la de cadena perpetua a través de la Real Orden de 13 de mayo de 1854.

UN ENIGMÁTICO FINAL

Y el Hombre Lobo de Allariz fue a parar a la prisión de Celanova, Orense. A partir de este momento se le perdió la pista durante mucho tiempo. Lo cierto es que Romasanta fue trasladado a la prisión de Ceuta. De hecho, según contemplaba el artículo 94 del Código Penal de 1848, vigente en aquel momento, la pena de cadena perpetua se podría sufrir en África, Canarias o ultramar. El Periódico para todos, publicaba el 11 de octubre de 1876 que fue conducido a Ceuta, en donde vivió "sin que diese muestras de padecer enajenaciones mentales, ni monomanías de ninguna especie".

También hay constancia de su muerte. La Iberia, diario liberal, publicaba el 23 de diciembre de 1863 una nota breve sobre su fallecimiento y La Esperanza, Periódico Monárquico, publicó el 21 de diciembre de 1863: "Escriben desde Ceuta, con fecha del 16 del corriente, que el desgraciadamente célebre, Manuel Blanco Romasanta, conocido en toda España por el Hombre Lobo, por consecuencia de sus atrocidades y fechorías, y que, juzgado en La Coruña, fue condenado a presidio, falleció en aquella plaza el 14 del actual, a la edad de cincuenta años, siendo víctima de un cáncer en el estómago".

¿FUE UN MONTAJE EL RELATO DE ROMASANTA?

En el juicio quedó demostrado que Romasanta fue la última persona que vio con vida a los nueve desaparecidos, que vendió las pertenencias de aquellos y que consiguió huir de Galicia con una identidad falsa. Quedó claro que Romasanta recurría al engaño y a la manipulación cuando le interesaba  conseguir algo, pero el caso es que los cadáveres no aparecieron nunca.

La justicia tomó en consideración el hallazgo de unos huesos humanos en el bosque donde, según reconoció Romasanta, había asesinado a algunas de sus víctimas. Un lugar que, según dijo su abogado, era "un osario" ya que los lobos ya habían matado a varias personas. De hecho, la justicia obvió los otro cuatro asesinatos que había confesado Romasanta, determinando que esas muertes sí se habían producido por ataques de lobos reales.

Tampoco se efectuaron indagaciones sobre los dos hombres lobo a los que se refería Romasanta, que decía además que uno de ellos era el que había escrito las cartas a los familiares de las víctimas y le había falsificado el certificado para la obtención del pasaporte en Vilariño de Conso para huir a Castilla. Los expertos confirmaron que la letra del documento no correspondía a la del acusado.

La confesión del Lobishome fue suficiente para dar por probado que había asesinado a los otros nueve. Pero, ¿por qué confesó?, ¿la confesión obedecía a una estrategia?. En un primer momento lo negó todo, hasta su identidad. Pero esa versión no podía mantenerla durante mucho tiempo porque sería descubierto. Sin embargo, cuando llega al Juzgado de Verín confiesa ser el autor de los asesinatos. 

Según indica R. Bustillo en su artículo "Una aproximación jurídica a algunos aspectos del caso de Manuel Blanco Romasanta, el Hombre-Lobo de Allariz", Romasanta pudo seguir una estrategia procesal. Los nueve crímenes por los que se le acusa se produjeron entre 1846 y 1851 y a Romasanta se le aplicó el Código Penal de 1848, con las reformas de 1850. Según el artículo 333.1 º del Código Penal, el delito de asesinato estaba castigado con la pena de cadena perpetua o la pena de muerte, según las circunstancias que concurrieran. La detención ilegal de una persona sin dar razón de su paradero se castigaba también con la pena de cadena perpetua, según el artículo 413. Y el artículo 96 recogía que los condenados a cadena perpetua trabajarían en beneficio del Estado y llevarían una cadena al pie pendiente de la cintura o asida a otro penado. Se empleaban en trabajos duros y penosos y sin recibir auxilio de fuera del establecimiento.

Es decir, que dijera lo que dijera probablemente sería condenado, por lo menos, a cadena perpetua. Hay que tener en cuenta que en el siglo XIX no existían las garantías procesales de hoy y el silencio equivalía a una confesión. 

La confesión de los hechos le llevaría directo al garrote y si lo negaba tendría que hacer frente igualmente a una condena de cadena perpetua por detención ilegal, ya que no aparecían los cuerpos. La opción menos mala que le quedaría entonces sería la de hacerse pasar por loco, ya que, en este caso, estaría exento de responsabilidad criminal, según se establecía en el artículo 8.1, del Código Penal: "aunque en esos casos el tribunal debía disponer su ingreso en un hospital destinado a enfermos mentales del que no podrá salir sin previa autorización del mismo tribunal".

Pero los médicos de Allariz que examinaron a Romasanta no se creyeron la locura del acusado y consideraron que todo era un montaje de un criminal frenético. Concluyeron que "estos tipos resucitados de los cuentos de hadas no merecen seria ocupación". La justicia también tomó en consideración este informe.

Y el informe de los facultativos decía: "Manuel Blanco calcula medios, mide y combina tiempos, modos y circunstancias; no mata sin motivo, ni acomete sin oportunidad; conociendo que hace mal se oculta, seduce para robar; mata para ocultar, reza para seducir; conoce el deber y la virtud para desoírlos; luego de su conformación de sus actos, de su historia, de sus disculpas mismas se evidencia que el Manuel Blanco no es loco, ni imbécil, ni monomaniaco, ni lo fue, ni lo logrará ser mientras esté preso, y por el contrario de los datos referidos resulta que es un perverso, consumado criminal, capaz de todo, frío y sereno, sin bondad y con albedrío, libertad y conocimiento; el objeto moral que se propone es el interés; su confesión explícita fue efecto de la sorpresa, creyéndolo todo descubierto; su exculpación es un subterfugio gastado e impertinente; los actos de piedad una añagaza sacrílega; su hado impulsivo una blasfemia; su metamorfosis un sarcasmo".

En los años en los que se desarrolla el caso, según apuntan los psiquiatras D. Simón y G. Flórez, no existían médicos dedicados a la especialidad de psiquiatría en Galicia y los que examinaron a Romasanta fueron los médicos de la villa de Allariz. No obstante, este informe revela el perfil de lo que actualmente conocemos por un psicópata. 

En lo que respecta a la licantropía, ha sido un término abordado desde la antigüedad. Ovidio en la Metamorfosis recoge el relato mitológico en el que Lycaón, rey cruel de Arcadia, fue transformado en hombre lobo por Júpiter. El mito del Lobishome también figura en la cultura popular gallega.

Del mismo modo, el concepto se ha estudiado desde la psiquiatría. La licantropía como ideación delirante: el paciente cree ser un lobo; como alteración conductual: el paciente se comporta como un lobo; como una alteración psicopática de la personalidad: el paciente dice que no tiene más remedio que comportarse como un lobo. "Puede justificar crímenes planeados simulando ser víctima de un maleficio que lo convierta en lobo con utilización de las creencias populares en beneficio propio y el agravante de heteroagresividad en rango de homicidio con dudosa resonancia afectiva en el autor de las consecuencias de sus actos. Serían los que en la historia de la psiquiatría se denominaron degenerados morales". Martínez Pérez, J...(et al): La gestión de la locura: conocimientos prácticas y escenarios (España siglos XIX-XX): 2008; 268.

Hoy en día, hubiera sido necesario un examen psiquiátrico practicado por un médico forense y la resolución del caso habría dependido también de la evidencia científica. Quizá en estos tiempos la historia de Manuel Blanco Romasanta hubiera tenido otro final. Quizá la sombra de la sospecha que siempre le acompañó hubiera sido en la actualidad una neblina, disipada con el tiempo. Quizá lo mejor sea mantener viva la leyenda para siempre y contar este inquietante relato en la penumbra de la noche, mientras arde la leña.


Fuentes y bibliografía: 

Domínguez González, X. Romasanta, memoria cierta de una leyenda. 2008. Disponible en:
http://www.ourensedixital.com/romasanta/index.htm#1

Domínguez González, X. Romasanta, la 3ª vía: ni lobo ni criminal. 2010. Disponible en:
http://www.ourensedixital.com/romasanta/via3/index.htm

Bustillo Bolado, R. Una aproximación jurídica a algunos aspectos del caso de Manuel Blanco Romasanta, el Hombre Lobo de Allariz. 2008. Disponible en:

http://www.ourensedixital.com/romasanta/a_juridica/index.htm 

Simón Lorda, D., Flórez Menéndez, G. El Hombre-lobo de Allariz (Ourense), 1853: una visión desde la psiquiatría actual. 2008. Disponible en: http://www.ourensedixital.com/romasanta/dsl/index.htm

"El hombre lobo era mujer". El País. 1 de noviembre de 2012. Disponible en:
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/11/01/galicia/1351797460_881975.html

Taboada, P. "El último aullido del hombre lobo". El País. 3 de noviembre de 2011. Disponible en: 

http://elpais.com/diario/2011/11/03/galicia/1320319103_850215.html

Corzo, A. Código Penal Reformado. Imprenta de S. Omaña (ed), 1850; 7, 35, 39, 90, 106.

Martínez Pérez, J...(et al): La gestión de la locura: conocimientos prácticas y escenarios (España siglos XIX-XX): 2008; 268.


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